Sentados en una oficina de esas que son pasillo, donde todos pasan y la privacidad no existe, ahí nos juntamos con una doña de Dios que puede hacer reír hasta a Santo Biasati. Para mí es un privilegio poder escuchar a una apasionada por Dios como Paola Raquel Paulini, una profesional de la charla.
¿Cuándo hiciste tu Escuela de Discipulado y Entrenamiento (EDE)?
En el 2007, en Colombia, Cartagena.
Cartagena, Colombia.
Sí, ¡eso!
¿Y cómo fue que terminaron allá? (escribo terminaron porque Paola está casada y tiene dos críos, aunque en ese momento solo estaba Lucia, la mayor.)
¿Que querés que te cuente? Yo no tengo problema, pero me parece que toda la historia no da. ¡Es muy larga!
¡Tranquila! vos hablá, que yo elijo lo que la gente quiere leer...
Ahhh ¿así es?
Dale, hablá.
Dios nos venía hablando de cambios, a nosotros se nos hizo difícil tomar la decisión, hasta que llegó un momento en donde me di cuenta que era Dios o nada. Estaba desesperada por algo más de Dios, por todo lo que Él puso en nuestros corazones. En la iglesia teníamos mucho contacto con una base de JUCUM en los Estados Unidos; muy a menudo recibíamos equipos que venían de cruzada, también teníamos un matrimonio amigo que nos insistía en que hiciéramos la EDE allá, nos habían dado muchas oportunidades y ayuda con los gastos del viaje, así que nos proyectamos en salir.
En esa época, Rodo (el esposo) estuvo trabajando en la casa de la familia Rodríguez, (directores de JUCUM Argentina) ahí tuvo la oportunidad de poder hablar mucho con el pastor Alejandro quien nos dio muchos consejos prácticos de qué y cómo hacer las cosas.
Yo recuerdo esa época. Me acuerdo verte vendiendo tus cosas, como en una feria americana...
¡Sí! ¿Te acordás? A mi no me importaba nada, yo le decía a Dios que nos hiciera llegar, que después Él se fijara cómo hacer si es que teníamos que volver. Estaba dispuesta a vender todas mis cosas, no sé cómo explicarte, fue un tiempo muy lindo.
¡Y llegaron a Colombia!
No, todavía no. Habíamos comprado los pasajes de avión, pero días antes de salir para Cartagena nos enteramos que Lucia tenía que pagar otra tarifa, plata que no teníamos.
Tuvimos que usar la plata que habíamos ahorrado para pagar la escuela. Fue muy loco porque cuando llegamos a Colombia, no teníamos un peso, nada. Imagínate lo feo de comer todas las comidas sabiendo que no pusiste un peso.
(Al instante me veo forzado a preguntarme si esta sensación de los Diomede será una sensación que todos tenemos)
Esos días fueron duros, Rodo salía a preguntar por los bares y restaurantes si necesitaban una pareja que bailara tango; no salía nada, seguíamos sin un mango. Como a la segunda semana, en un tiempo de alabanza, vino una chica con un recibo por el total de la escuela...
(A lo largo de esta charla Paola ya lloró un par de veces, pero ésta parece traerle un sentimiento más profundo)
En ese momento nos largamos a llorar como chicos, ¡imagínate! Tanto esfuerzo, tanto que habíamos trabajado y al final, aun cuando nosotros no lo logramos, Él en su amor nos enseñó una lección profunda. Lucia se preocupó al vernos llorar, pero Rodo la tranquilizó: “lloro de alegría”, desde ahí nos quedó la frase -llorar de alegría-.
En la escuela parecíamos niños, todas las clases, todo fue un tiempo de mucha restauración en todas las áreas de nuestra vida. Nosotros siempre nos jugamos por Dios, apostamos todo por Él y no siempre vimos el fruto que esperábamos, la EDE nos trajo mucha restauración.
¿Y después?
Un tiempo nos quedamos en Colombia, pero en nuestro corazón siempre estuvo trabajar con artistas, sabíamos que era acá, así que nos volvimos.
¿Fue fácil la vuelta?
Ufff… creo que sí, depende en que. Me parece que el desafío es encontrar el lugar propio y eso tiene que ver más con uno mismo que con los demás.
Che, perdón, pero viéndote con dos niños te tengo que preguntar, ¿qué pensás de la ley del aborto?
Mira, me parece que hay que hablar mucho más. Creo que es necesario hablar de lo que pasa cuando una mujer aborta, las consecuencias que sufre tanto la que aborta como el resto de la familia. Las sensaciones, carencias y culpas que nunca más se van.
¿Abortaste alguna vez? Digo, ¿cómo sabes de culpas o carencias?
No, no aborté nunca. Hablo por lo que sé de terceros. Igual me parece que hay mucho que no se dice, mucho que es importante contarle a la gente. Además creo que necesitamos hacer nuestra parte, como cristianos, como iglesia. Esa parte va mas allá de las marchas y los proyectos (a los que me sumo, yo sigo al que hace algo), creo que nuestra parte está en el uno a uno, la concientización con la gente. Yo charlo con las mamás de las compañeras de mi hija, en la calle, en el colectivo. Hay que hablar más, eso nos falta.
¿Cómo te ves a futuro?
Mucho no sé, quisiera tener algo más definido. En este tiempo aprendí que lo mío no es subirme al escenario, sino estar ahí para aquel que se sube. Me gusta acompañar, me gusta ser Mardoqueo, estar a las puertas escuchando lo que se viene, conectando unos con otros.
También me apasiona usar el arte para que la gente pueda expresar lo que no se expresa con palabras.
¿Algo como el psicodrama?
¡Sí! eso. Que con el cuerpo y el arte puedan procesar todo lo que están viviendo.
¿Te ves en JUCUM? ¿Anclaron acá?
Creo que por varios años seguro, no sé si de por vida. No soy reacia a irme a otro país; tampoco a quedarme.
Che, me tengo que ir a buscar a mi hijo al jardín… ¿la seguimos otro día?
¿Te vas?
Si, ¿tenés algo más para agregar?
No, supongo que no.
¡Gracias Pao!
(Corro porque me sale el nene del jardín, tal vez un día les cuente de mis historias como padre).
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